12.31.2008

LA AMISTAD

UN ASUNTO PENDIENTE

La amistad no es más (ni menos) que otro instrumento de control del pensamiento y la conducta. Cuando quebrantamos una norma, el entorno social blandiendo la bandera de la amistad se lanza sobre uno aconsejándole o escandalizándose (según el caso). En lugar de brindarte su ayuda (o a cambio de ella, que es peor) actúan como si “lo que se debe hacer” fuera más importante para ellos que el “¿cómo estás?” o el “¿cómo te encuentras?”.

Si dijera que esta reflexión salió de la boca de un “sin techo” sobre la barra de un bar… ¿Qué dirían ustedes?

Soy Frank Redhouse y regento un pequeño negocio, un bar en un suburbio de Nueva Jersey. Atiendo a una “parroquia” de pequeños ejecutivos domesticados a golpe de hipoteca y coches de gama alta; de lejanas melenas y festivos blue-jeans. Al acabar la jornada laboral pasan por aquí bañando de cerveza o bourbon sus olvidados recuerdos de libre esclavitud “bien” aceptada; retrasando la vuelta a ese hogar de tantos deseos realizados.

No me digan porqué se hacia llamar “Pet” pero esa tarde entró en el bar, con el aspecto de un perro de lanas abandonado, pidiendo algo de comer. Mientras le preparaba un sándwich, Dick, un parroquiano de unos cincuenta apergaminados años y jardín que dejó de florecer hace décadas, invitó al destartalado Pet a tomar un bourbon. El contraste era llamativo, pero a pesar de ello, o precisamente por ello, la conversación era superficialmente fluida. ¿En común? La sensación de estar vencido, que se traslucía a través de una mirada turbia como la vida de un juez o como un delirio febril.

Dick intentaba defender la amistad como un valor humano, pero sus argumentos no pasaban de los tópicos. “cualquiera haría lo que fuera por un amigo. ¿Es así, o no, Jack?”- preguntaba a otro cliente buscando un puntal para su débil discurso que amenazaba ruina.- “Debe haber tenido una mala experiencia, habrá encontrado malos amigos. Pero, aún así seguro que tiene alguno que le podría ayudar.”- Consiguió Dick argüir en locuaz alarde (¡).-

“¿Algún amigo?, entonces ya no hablamos de la amistad…” -Respondió Pet con esta frase que nadie entendió.- “Sí, tengo algún amigo a quien si encontrara podría cambiar mi vida. Pero es difícil, hace treinta años que no nos vemos. Éramos jóvenes y eran momentos de crisis. La miseria se comparte muy bien. Usted ya sabe”. –Concluyó el viejo Pet.-

“Yo también viví la crisis… ¿No sabe usted donde encontrarlo?, seguro que él se alegraría de poder ayudarle.” – Resolvió Dick tras quedar enredado en algún recuerdo fugaz.-

“No sé, a veces ayudar a alguien significa perjudicarte… Perder lo tuyo para que otro esté mejor. Es difícil, es pedir demasiado. Aunque tuviéramos un trato”. – Sentenció sin acritud.-

Dick dejó de hablar como el que lo hace desde un lugar común. Giró su cuerpo hacia Pet y tragándose lo que iba a decir, finalmente balbuceó. “¿Cuál era el trato?”.

“En los tiempos de la crisis ambos firmamos una póliza de vida, un seguro en el que cada uno era beneficiario de la póliza del otro. Si uno moría el otro cobraría un millón de dólares. Decidimos que uno muriera para que el otro viviera bien, lo hicimos a suertes. Yo gané, o perdí, ¿qué sé yo? Esa misma noche nos tocó la “Lotto”, varios millones. Así, el golpe de suerte parecía un premio a la entrega que habíamos hecho. Parecía una de esas historias, ya sabe, esas en las que cuando los protagonistas aceptan su fatalidad el destino cambia a su favor.” –Antes de continuar, el viejo Pet humedeció las palabras con un trago de bourbon y sus ojos con una sonrisa de ingenuidad.- “Luego, nos perdimos la pista. A mi me fue mal, y de él nada sé; si lo ando buscando o voy escondiéndome de él.”

“Pero su amigo, su amigo no… su amigo no pagaría las cuotas del seguro todos estos años” –Tartamudeó Dick con la emoción contenida.-

“Fue lo único que hice bien, las pagué yo en una sola cuota cuando cobré el premio. Tendría que cumplir el trato. Si es un amigo como usted dice…” – La irónica sonrisa de Pet comenzó a derretirse desde los ojos, como en un deshielo, al ver el rostro sudoroso de su contertuliano. Se dio cuenta de aquello que los demás percibimos más tarde-.

Dick cogió su teléfono móvil y, con una frase seca como las flores de una tumba olvidada, dijo: “cariño, no me esperes… tengo un asunto pendiente que resolver.”

1 comentario:

  1. Oye jose, soy el moi... recuerda:
    http://fotocarabassi/blogspot.com/
    y mi cuenta de correo es:
    moisesamat@hotmail.com

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